Al ser el CO2 soluble en agua, se producen intercambios naturales entre la atmósfera y la superficie de los océanos hasta que alcanzan un equilibrio. Si aumenta la concentración atmosférica de CO2, se prevé que los océanos tarden varios siglos en absorber el CO2 adicional hasta alcanzar un nuevo equilibrio. En un primer momento, el CO2 debería disolverse en las capas oceánicas superiores, y más tarde mezclarse con las aguas de las profundidades oceánicas. De esta forma, los océanos han absorbido unas 500 del las 1300 Gt de CO2 liberadas en la atmósfera por las actividades humanas a lo largo de los últimos 200 años. Actualmente, los océanos absorben 7 Gt de CO2 por año. Este dióxido de carbono se encuentra, en su mayor parte, en la capa superior del océano que, consecuentemente, se ha vuelto un poco más ácido (con una disminución del pH de 0.1). Sin embargo, hasta la fecha no se ha producido prácticamente ningún cambio en relación a la acidez de las profundidades oceánicas.
El CO2 capturado podría potencialmente inyectarse directamente en las profundidades oceánicas y, en su mayor parte, permanecer aislado de la atmósfera durante centenares de años. Esto podría realizarse transportando el CO2 al lugar de almacenamiento mediante gasoductos o barcos, donde sería inyectado en la columna de agua del océano o en el fondo del mar. El CO2 disuelto y dispersado pasaría entonces a formar parte del ciclo del carbón a nivel mundial. Las posibilidades de almacenamiento de CO2 en las profundidades oceánicas para periodos de tiempo incluso mayores, incluyen la formación de hidratos sólidos de CO2 y/o de lagos de CO2 líquido en el fondo del mar, y la disolución de minerales alcalinos, como la piedra caliza, para neutralizar la acidez producida por el CO2. Más en inglés…
La inyección de unas cuantas Gt de CO2 produciría cambios perceptibles en la química de las aguas oceánicas próximas al lugar de inyección, mientras la inyección de centenares de Gt de CO2 llegaría a producir cambios medibles en la totalidad del océano. A lo largo de los siglos, la mezcla de las aguas oceánicas podría provocar una emisión gradual de CO2 en la atmósfera. Los experimentos han demostrado que la agregación de CO2 puede dañar a los organismos marinos que se sitúen cerca de los puntos de inyección o de los lagos de CO2. Todavía no se han estudiado los efectos a largo plazo que podrían derivarse de la inyección directa de CO2 en grandes áreas oceánicas. Sin embargo se espera que aumenten las consecuencias sobre los ecosistemas oceánicos al aumentar las concentraciones de CO2 y al disminuir el pH. Además, no se sabe si las especies y ecosistemas marinos podrían adaptarse a estos cambios químicos o cómo.
El coste del almacenamiento oceánico se ha calculado sobre la base de los costes de transporte por gasoductos submarinos o por barcos, además de un coste energético adicional de 6 a 31 dólares por tonelada inyectada de CO2. Para distancias cortas (100 km de la costa), la opción más económica es la de los gasoductos fijos. Para distancias mayores (500 km de la costa) la opción más rentable es la inyección desde un barco móvil o el transporte marítimo hasta una plataforma donde podría realizarse la subsiguiente inyección.
Los tratados de ámbito regional y mundial que regulan el medio ambiente marino, como el Convenio OSPAR y el Convenio de Londres, también incumben el almacenamiento oceánico, pero todavía no se ha determinado el estatuto jurídico del almacenamiento oceánico intencional.
El almacenamiento oceánico sería, por tanto, una opción de almacenamiento de CO2 más cara y menos aceptable desde el punto de vista medioambiental. En los escasos estudios que se han llevado a cabo hasta ahora sobre las percepciones sociales de estas medidas, la sociedad ha expresado muchas más reservas respecto al almacenamiento oceánico que respecto al almacenamiento geológico. Más en inglés…
Nota del editor: Debido a sus consecuencias medioambientales, generalmente el almacenamiento oceánico de CO2 ya no se considera una opción aceptable.
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