La Evaluación de Ecosistemas del Milenio se llevó a cabo para entender mejor el vínculo entre los ecosistemas y los seres humanos. Estas son las cuatro conclusiones a las que se ha llegado. Más en inglés…
Durante los últimos 50 años, los humanos han alterado la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas del mundo de manera más rápida y generalizada que en ningún otro período de la historia de la humanidad. Por ejemplo, entre 1950 y 1970 se convirtieron más tierras en tierras de cultivo que entre 1700 y 1850. Estos cambios se han llevado a cabo sobre todo para satisfacer la demanda creciente de alimentos, agua dulce, madera, fibra y combustible. Entre 1960 y 2000, la demanda de servicios de los ecosistemas creció significativamente al mismo tiempo que la población mundial se duplicó y la actividad económica mundial se multiplicó por 6. Las demandas han sido satisfechas tanto mediante el consumo de una cada vez mayor fracción de los recursos disponibles (por ejemplo, desviando más agua para irrigación o pescando más), como por el aumento de la producción de servicios tales como los cultivos o el ganado. El resultado de todo esto ha sido una pérdida sustancial y en gran medida irreversible de la diversidad de la vida en la Tierra. Más en inglés…
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Las alteraciones causadas a los ecosistemas han contribuido a ganancias netas sustanciales en el bienestar humano y en el desarrollo económico de la mayoría de los países. El empleo de ecosistemas a través de la agricultura, la pesca y el cultivo de los bosques ha sido la base del desarrollo durante siglos, proporcionando ingresos que han permitido inversiones en industrialización y en reducción de la pobreza. No obstante, las acciones para incrementar un servicio de un ecosistema suelen causar la degradación de otros servicios, lo que a su vez causa daños importantes al bienestar humano. Ejemplos de esto son el aumento del riesgo de cambios no lineales en los ecosistemas, la pérdida de capital natural, la agudización de la pobreza para ciertas personas o el aumento de desigualdades entre grupos de población. Estos problemas, si no se tratan, van a reducir sustancialmente los beneficios que las generaciones futuras van a poder obtener de los ecosistemas. Es difícil tanto evaluar qué implicaciones tendrán las alteraciones de los ecosistemas, como gestionar los propios ecosistemas eficazmente. Es difícil porque muchos de los efectos tardan en manifestarse, porque pueden ocurrir a cierta distancia y porque los actores que cargan con estos costes no suelen ser los mismos que los que recogen los beneficios de las alteraciones. Aproximadamente el 60% de los servicios de los ecosistemas evaluados en este trabajo (15 de 24) están siendo degradados o empleados de forma insostenible. Por ejemplo, la pesca y el agua dulce están siendo usados a unos niveles que van mucho más allá de lo que es sostenible incluso con las demandas actuales, ya no digamos de las futuras. Más en inglés…
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La Evaluación de Ecosistemas del Milenio ha desarrollado cuatro escenarios para explorar posibles situaciones futuras para los ecosistemas y el bienestar humano. En los escenarios, las presiones crecientes sobre los ecosistemas durante la primera mitad del siglo XXI resultan en un fuerte aumento del consumo, una pérdida continua de biodiversidad y una mayor degradación de algunos servicios de los ecosistemas. La mayoría de los generadores de cambio directos de alteración de los ecosistemas, como por ejemplo el cambio climático, la sobreexplotación o la contaminación, probablemente permanecerán constantes o se intensificarán en la mayoría de los ecosistemas. En los cuatro escenarios, se prevé que estas presiones sobre los ecosistemas continúen creciendo durante la primera mitad del siglo. La degradación de los servicios de los ecosistemas ya supone un obstáculo importante para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Más en inglés…
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El reto de dar marcha atrás en el proceso de degradación de los ecosistemas al mismo tiempo que se satisfacen las demandas crecientes de sus servicios puede conseguirse en parte en algunos escenarios que implican cambios significativos en las políticas y en las instituciones, innovaciones tecnológicas sustanciales y mejoras en la capacidad de las personas para gestionar los ecosistemas locales y para adaptarse a la alteración de los mismos. Sin embargo, las acciones que se requerirían para invertir la degradación son mucho mayores que las que se están llevando a cabo hoy en día. Las acciones llevadas a cabo en el pasado para frenar o invertir la degradación de los ecosistemas han generado beneficios significativos, pero en norma general, estas mejoras no siguieron el mismo ritmo que el crecimiento de las presiones y demandas. Se pueden desarrollar sustitutos para algunos de los servicios de los ecosistemas, pero no para todos. No obstante, estos sustitutos son, en general, caros y también pueden tener consecuencias medioambientales negativas.
La degradación de los ecosistemas puede raramente ser invertida sin tener en cuenta los cinco generadores de cambio indirectos de cambio: cambio en la población (como crecimiento y migraciones), cambio de la actividad económica (como crecimiento económico, diferencias de riqueza y patrones de comercio), factores sociopolíticos (abarcando desde la existencia de conflictos hasta la participación pública en la toma de decisiones), factores culturales y cambios tecnológicos. Existen muchas opciones para conservar o mejorar servicios específicos de los ecosistemas reduciendo las contrapartidas negativas o creando sinergias positivas con otros servicios de los ecosistemas. Más en inglés…
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