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Desde la época pre-industrial, se han multiplicado las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de las actividades humanas, provocando un fuerte aumento de su concentración atmosférica. Entre 1970 y 2004, las emisiones mundiales han aumentado en un 70% y se han más que doblado en los sectores de la energía y del transporte.
Las emisiones de gases de efecto invernadero incluyen el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), y los gases fluorados de efecto invernadero (HFCs, PFCs and SF6). Cada uno de ellos se mide por el potencial de calentamiento, expresándose la suma en gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2 eq). En 2004, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero derivados de las actividades humanas alcanzaron las 49 GtCO2 eq. Por si sólo, el CO2 representaba el 77% del total.
Aunque desde los años 1970 se necesita cada vez menos energía para generar una cantidad dada del PIB, esta disminución ha sido compensada por el crecimiento económico y demográfico mundial. Las políticas en materia de reducción de las emisiones establecidas en algunos países han dado algunos resultados, pero no suficientes para contrarrestar el aumento global de emisiones.
Por sí solas, las políticas actuales de mitigación y las prácticas de desarrollo sostenible no bastan para impedir que sigan aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. Además, de no tomarse medidas adicionales de mitigación, las perspectivas de emisión para 2030 prevén un aumento de las emisiones de efecto invernadero del 25 al 90 % frente a las del año 2000.
Se prevé que los combustibles fósiles mantendrán su posición dominante en el mercado energético mundial más allá del 2030. Por tanto, entre 2000 y 2030, las emisiones de CO2 derivadas del uso energético deberían aumentar del 45 al 110%, especialmente en los regiones en vías de desarrollo (non-Anexo I regiones). Se espera que las emisiones de CO2 per cápita continúen siendo sustancialmente superiores en los países desarrollados en comparación con el resto del mundo (Anexo I regiones). Sin embargo, los países desarrollados deberían utilizar menos energía por unidad de PIB que los países en vías de desarrollo. Más en inglés…
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