Contexto - Los océanos nos proporcionan gran variedad de recursos, desde poblaciones de peces hasta absorción de dióxido de carbono.
¿Cómo podemos garantizar un uso sostenible de los recursos y servicios oceánicos?
Este es un resumen fiel del informe publicado en 2015 por The World Ocean Review (WOR): "
El World Ocean Review (Estudio sobre los océanos del mundo) busca tender un puente entre la teoría de la sostenibilidad y su aplicación práctica en la ciencia y la política, mediante la puesta en marcha de estrategias por parte de responsables políticos, individuos, empresas e instituciones.
Aunque el término “sostenibilidad” es bastante general, básicamente significa utilizar los recursos naturales de manera responsable. La sostenibilidad fuerte defiende la explotación de los recursos naturales renovables, como las poblaciones de peces, solo dentro de unos límites que les permitan regenerarse por completo. Por lo tanto, los recursos no renovables como el petróleo, con todos sus efectos negativos, deben sustituirse por energías renovables. La sostenibilidad fuerte también requiere la restitución de los recursos naturales agotados, lo cual depende del desarrollo de políticas adecuadas.
Los servicios ecosistémicos son los recursos procedentes de los ecosistemas. El término ha sustituido en los últimos años al concepto de “capital natural”. En relación con el medio marino, se incluyen los siguientes:
Hoy en día, muchos de estos servicios corren peligro por la contaminación y el cambio climático, pero también como consecuencia de su sobreexplotación.
El desarrollo, la construcción de diques y el vertido de contaminantes provocan la destrucción física de los hábitats costeros. Como consecuencia, los humedales, los pastizales salinos, las marismas y marjales, los arrecifes de coral y los manglares son especialmente vulnerables. Según las Naciones Unidas, actualmente las ciudades costeras concentran unos 2800 millones de habitantes, lo que se traduce en un uso intensivo y una grave contaminación de las aguas costeras, que pueden provocar eutrofización, floraciones de algas y agotamiento del oxígeno marino.
El primer paso es evaluar el estado actual de dichos hábitats, antes de aplicar medidas selectivas orientadas a su mejora, basadas no solo en factores medioambientales como la biodiversidad, sino también en criterios socioeconómicos, como en el caso del Índice mundial de Salud del Océano (OHI, por sus siglas en inglés) o de los objetivos establecidos en la Directiva marco europea sobre la estrategia marina.
A partir de ese momento, la intervención queda en manos de las partes interesadas, incluidos los responsables políticos. Sin embargo, actualmente las numerosas instituciones competentes solo operan dentro de su sector específico de actividad, en lugar de coordinar sus acciones mediante un enfoque integrado.
Entre las posibles causas se encuentran la enorme cantidad de acuerdos, los problemas causados por los intereses creados y la corrupción y, no en menor medida, la falta de cooperación entre los países afectados. Por ejemplo, las iniciativas para proteger el medio marino de la costa atlántica de África entre Mauritania y Sudáfrica se abandonaron poco después del Convenio de Abidján, que entró en vigor en 1984.
La distinción actual entre la soberanía sobre el mar territorial, la zona económica exclusiva donde el Estado ribereño tiene el monopolio de la explotación de los recursos naturales y las poblaciones de peces, y la alta mar (aguas internacionales) dificulta el establecimiento de zonas protegidas en esta última en virtud del Derecho marítimo. Como consecuencia, la alta mar está poco regulada y ofrece infinidad de libertades con pocas restricciones, permitiendo el acceso de todos los Estados.
Algunos Estados ribereños han establecido zonas protegidas en sus aguas nacionales, pero actualmente no existe ninguna disposición de este tipo que proteja íntegramente una zona marítima internacional.
Sin duda existen ejemplos de eficacia en la ordenación oceánica, como el sistema de Control por el Estado del Puerto (CEP), que supervisa el cumplimiento de determinados convenios de la ONU. El sistema permite a las autoridades portuarias nacionales inmovilizar los buques que no cumplan con las disposiciones de los convenios internacionales pertinentes.
Otros ejemplos positivos serían la decisión de la Organización Marítima Internacional (OMI) de imponer límites más estrictos a las emisiones de gases de los buques y la moratoria sobre la caza comercial de ballenas de 1986.
En el marco de la nueva Política Pesquera Común (PPC) de la Unión Europea, la pesca en la UE se basará en el rendimiento máximo sostenible (RMS). El RMS es el límite de capturas que pueden extraerse de una población durante un periodo de tiempo indefinido sin poner en peligro su capacidad de regeneración futura. Su objetivo es regular la pesca de forma que permita a las poblaciones de peces recuperarse para mantener las capturas a un nivel óptimo en el futuro. Aunque todavía se está debatiendo cómo aplicar la nueva política pesquera día a día, esto constituye un buen primer paso.
Una población debidamente informada que entienda bien el medio marino puede ejercer la presión necesaria para conseguir un cambio normativo y una mejor coordinación entre la conservación de este medio y sus diversos usos, económicos o de otro tipo. Este desarrollo de la capacidad se encuentra plasmado en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, una agenda mundial para el desarrollo sostenible hasta 2030, donde la conservación marina es, por primera vez, un objetivo mundial clave.
En muchos casos, los científicos ya están en condiciones de formular recomendaciones para una mejor protección y un uso más sostenible del medio marino. No obstante, todavía hay demasiados intereses creados, especialmente en el ámbito económico, y con frecuencia se da prioridad a planteamientos con poca visión de futuro que buscan maximizar los beneficios a corto plazo. Por otra parte, muchos Estados ribereños carecen de sistemas políticos lo bastante eficaces como para proteger sus recursos marinos y garantizar un futuro sostenible para nuestros océanos.
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